viernes, 12 de noviembre de 2010

Ama


Sonó el despertador.

Abrió un ojo. Con la mano, a tientas, lo paró.


La figura del "cerdo" de su marido, como ella solía llamarle cuando hablaba con sus amigas, temblaba con cada respiración.


Su vida era una mierda, aunque a fuerza de mostrar "dientes" hubiera llegado a creerse lo contrario.


Sus hijos, dos niñatos malcriados y adolescentes que jamás la tomaron en serio.

Su trabajo, una jungla repleta de subordinados ineptos a los que debía marcar de cerca.

Su marido, ni rastro de aquel joven que le gustó y creyó que la enamoraba.


Con pereza se levantó dirigiendo una mirada de desprecio hacia la figura masculina que roncaba en el otro lado de la cama y se metió en la ducha.


Después, mientras preparaba café y escuchaba las noticias en la radio su mente voló durante unos segundos.


Pensó en otro trabajo, en otra pareja, en otros hijos, en otra vida en definitiva...


Una vida que no fue más que un sueño de juventud y ahora un vago recuerdo de tiempos más felices.


Bajó al garaje y montó en su gigantesco 4x4. Conducirlo le confería una sensación de seguridad y dominio que sólo había obtenido en una ocasión... Con Q...


Q. era un chico joven y guapo que trabajaba en su oficina.


En un primer momento se destapó como un trabajador excepcional, pero poco después comenzó a cometer fallos estúpidos que provocaron que tuviera que abroncarlo en más de una ocasión.


La primera vez que lo hizo, en su despacho, le vio enrojecer y bajar la vista de un modo que le resultó adorable.


Los errores se sucedieron hasta el punto de preguntarse si él obtenía algún tipo de placer con ello.


Un día, el servicio
interno de mensajería instantánea de la compañía parpadeó. Era él, solicitando de forma muy respetuosa una cena para poder discutir ciertos aspectos del trabajo...

Fantaseó unos segundos, parada ante un disco en rojo, recordando aquel cuerpo juvenil atado y amordazado en su propia cama.


El claxon del coche de detrás sonó con fuerza mientras un enfurecido cincuentón conductor decía sin palabras "mujer tenías que ser..." al tiempo que la miraba con agresividad.


Musitó un "que te den, prostático..." mientras arrancaba su todoterreno.


Su mente volvió a Q.; vendado, amordazado, atado, a su merced...
Una cálida sensación subió por su entrepierna mientras estacionaba en el aparcamiento de la empresa.

Notó el silencio al entrar en la oficina. Todos la temían.


Una dura jornada de trabajo después, enfados y broncas incluidas, bajó de nuevo al aparcamiento y realizó el trayecto inverso hasta su casa. Un apartamento lujoso y amplio en uno de los nuevos barrios de la ciudad.


Hastiada vio como el ascensor se detenía en la planta baja. Su vecino M. del piso de arriba entró y se sostuvieron la mirada unos instantes.


M. tenía 26 años. Tan solo lo conocía de vista ya que su familia se había mudado algo más tarde que la suya.


Siempre le había parecido un joven atractivo pero aquel día, al sostenerle desafiante la mirada algo la hizo enloquecer.


"¿Que tal el día?" -se atrevió a preguntar...


"Bien, bien" -respondió lacónicamente M.


Unos segundos de incomodidad observando las llaves que tenía en la mano y llegaron a su planta.


Bajó, se despidió aún turbada y entró a casa.


La jauría masculina aún no había llegado. Los "niños" estarían fumando porros por ahí con sus respectivas pandillas como buenos "adolescentes" y su marido...


La verdad, donde pudiera estar su marido era algo que a ella hacía tiempo le había dejado de importar...


Se observó en el espejo, los años iban dejando huella. Nunca fue una mujer de bandera pero siempre consiguió cualquier hombre que se le antojara. Notaba las miradas clavadas en su cuerpo allá donde iba.


Siempre.


Hasta hoy.


Alguna vez había sorprendido a M. mirándola de reojo, pero de eso hacía ya tiempo. El chico había tenido varias relaciones que, al parecer, no habían terminado demasiado bien.


"¿Resentido con las mujeres?" -se preguntó.- "Nah, no creo, demasiado joven para tanta amargura..."


"¿Demasiado orgulloso...?"


Observó una vez más la incipiente celulitis que aparecía en sus muslos. Tejido adiposo que no lograba eliminar por más horas que pasara machacándose en el gimnasio.


"¿Habré envejecido? ¿estaré gorda? ¿estaré perdiendo facultades...?" -se preguntó una vez más mientras su mente volvía a perderse en el recuerdo de Q. aunque esta vez sustituyó su cabeza por la de M.


Se masturbó en la ducha con este recuerdo.

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Ha salido un día raro para ser verano. Toda esa bruma...

Salgo del trabajo pero apenas recuerdo haber entrado a él.

Un policia local, de esos que dirigen el tráfico de vez en cuando, me hace la seña para que avance y así hago a pesar de tener el semáforo en rojo.

Al pasar junto a él he oído perfectamente como me insultaba; no lo entiendo, está a más de 50 m. tengo las ventanillas bajadas y la radio puesta oyendo las noticias de la mañana por la tarde...

Entro por el portal a casa, no sé donde he dejado el coche aunque no le doy más importancia.

Sube el ascensor del sotano y antes de abrir sé que voy a encontrarmelo a él, a M.

No me pregunto que hace subiendo del Garaje, no tiene coche.

Entro y le sostengo la mirada desafiante.

Me agarra, me sujeta bruscamente, me tira un poco del pelo y, cuando abro la boca para quejarme (sin emitir sonido alguno) me mete la lengua con fuerza en la boca.

Voy a estallar...


Sonó el despertador.


Abrió un ojo. Con la mano, a tientas, lo paró.


El corazón aún le latía con fuerza. Nunca había tenido un sueño tan real antes. Podía notar aún la lengua de M. lamiendo, sorbiendo toda su cavidad bucal.


A su lado, la marmota roncaba.


"Sólo falta la canción de Cher" -se dijo con hartazgo...


"La marmota no sé si verá su sombra, pero este SI que es incapaz de verse la cola..." -pensó con sorna mientras se duchaba.


Después, mientras saboreaba el café y los tertulianos radiofónicos arreglaban (o destruían) España, volvió a ensimismarse recordando el sueño. Fantaseó unos segundos con aquellos brazos que oníricamente la habían reducido minutos atrás...


"Diosss, pero que cachonda estoy..." -pensó mientras sacaba el todoterreno del parking.


Un vehículo se le cruzó en una calle estrecha y no dudó en asomar la cabeza por la ventanilla para espetarle un sonoro: "¡Que te jodan malnacido!"


Hoy no era su día, definitivamente no lo era.


"Y no ha hecho más que empezar" -reflexionó para si.


Aparcó en su empresa y dirigió una mirada asesina al primero de sus subordinados con el que tropezó en el ascensor.


"Hoy la jefa ha venido de mala hostia..." -pensó él...


"Como tenga que corregir un error más tuyo, no te comes el turrón aquí..." -pensó ella a su vez.


Se despidieron en silencio y comenzó una de las peores jornadas laborales de su vida.


Por primera vez en mucho tiempo decidió salir un poco antes del trabajo. La sola idea de encontrarse de nuevo con su vecino la aterraba y atraía a partes iguales.


Hizo el camino de vuelta saltandose todos los límites de velocidad, un par de stops y un semáforo en rojo.


Por el camino volvió a tener un encontronazo con un conductor (de sexo masculino, como no) al que insultó con más rabia aún, si cabe...


Dobló la esquina de su calle haciendo prácticamente un trompo y al bajar a la segunda planta del sotano rozó una de las columnas dejando tras de si una bonita mancha de pintura gris metalizada allí.


Cogió el ascensor sin aliento.


Nunca antes le había parecido taaan lento el trayecto del elevador como aquel día.


Su corazón dio un vuelco cuando se paró en la planta baja.


"No, no puede ser, no, no, nooo..."
-rezó mientras veía las puertas metálicas de seguridad deslizarse a la derecha.

Ahí estaba. Media hora antes que ayer.


"Si lo hago a proposito no me sale..."
-pensó con desesperación al verlo entrar.

"Hola, buenas tardes" -saludó él esta vez.


"Hola" -alcanzó a decir ella antes de bajar la mirada completamente turbada.


"¿Ocurre algo?" -preguntó él al ver su reacción.

"No, no, nada nada" -respondió ella


"Ah, perdona, me había parecido..."


Al llegar a su planta se quedó paralizada, mirándolo.


"¿Seguro que no pasa nada?" -volvió a preguntar él -"No nos conocemos mucho, L., pero si me necesitas para cualquier cosa estoy aquí, no lo olvides." -dijo mientras ponía amigablemente una mano sobre su hombro al tiempo que, con suavidad pero también con firmeza, la condujo hacia el rellano de la escalera.


Se quedaron un instante mirándose allí, en silencio.


El se inclinó y la besó.


Ella no le rehuyó.


Fue brusco, como había soñado, pero también fue más dulce de lo que nunca hubiera podido llegar a imaginar...


Entraron en su casa.


Ella intentó manejar la situación, como siempre hacía, fue imposible y al final, desmadejada, se dejo arrastrar al dormitorio por aquellos brazos que horas antes, en sueños, la habían hecho enloquecer.


Empezó a desnudarla con violencia rompiéndole la ropa en el proceso.


Intentó pedirle que parara, pero de su boca solo salió una respiración entrecortada acompañada de jadeos.


Cuando empezó a acariciarle los pezones se sintió desfallecer.


Cuando empezó a bajar la mano hacia la gomita de sus bragas el corazón le iba a mil por hora.


Cuando le dio la vuelta y la penetró pensó que perdía la consciencia.


Hizo todo lo que le pedía.


Por primera vez desde hacía años, la jefa recibió ordenes.


El primero solo fue uno de los multiples orgasmos que tuvo aquella tarde.


Algo que no le ocurría desde... si, bueno, desde Q.


Dos horas más tarde, media antes de que llegara la marmota, él regresaba a casa mientras ella se duchaba acariciando su azotado culo con una descomunal sonrisa dibujada en el rostro.




Tagkiller


Ver: Atrapado en el Tiempo (Harold Ramis 1993), La pianista (Michael Haneke 2001), Secretaria (
Steven Shainberg 2002)

Leer: El perque de tot plegat (Quim Monzó)