viernes, 12 de noviembre de 2010

Ama


Sonó el despertador.

Abrió un ojo. Con la mano, a tientas, lo paró.


La figura del "cerdo" de su marido, como ella solía llamarle cuando hablaba con sus amigas, temblaba con cada respiración.


Su vida era una mierda, aunque a fuerza de mostrar "dientes" hubiera llegado a creerse lo contrario.


Sus hijos, dos niñatos malcriados y adolescentes que jamás la tomaron en serio.

Su trabajo, una jungla repleta de subordinados ineptos a los que debía marcar de cerca.

Su marido, ni rastro de aquel joven que le gustó y creyó que la enamoraba.


Con pereza se levantó dirigiendo una mirada de desprecio hacia la figura masculina que roncaba en el otro lado de la cama y se metió en la ducha.


Después, mientras preparaba café y escuchaba las noticias en la radio su mente voló durante unos segundos.


Pensó en otro trabajo, en otra pareja, en otros hijos, en otra vida en definitiva...


Una vida que no fue más que un sueño de juventud y ahora un vago recuerdo de tiempos más felices.


Bajó al garaje y montó en su gigantesco 4x4. Conducirlo le confería una sensación de seguridad y dominio que sólo había obtenido en una ocasión... Con Q...


Q. era un chico joven y guapo que trabajaba en su oficina.


En un primer momento se destapó como un trabajador excepcional, pero poco después comenzó a cometer fallos estúpidos que provocaron que tuviera que abroncarlo en más de una ocasión.


La primera vez que lo hizo, en su despacho, le vio enrojecer y bajar la vista de un modo que le resultó adorable.


Los errores se sucedieron hasta el punto de preguntarse si él obtenía algún tipo de placer con ello.


Un día, el servicio
interno de mensajería instantánea de la compañía parpadeó. Era él, solicitando de forma muy respetuosa una cena para poder discutir ciertos aspectos del trabajo...

Fantaseó unos segundos, parada ante un disco en rojo, recordando aquel cuerpo juvenil atado y amordazado en su propia cama.


El claxon del coche de detrás sonó con fuerza mientras un enfurecido cincuentón conductor decía sin palabras "mujer tenías que ser..." al tiempo que la miraba con agresividad.


Musitó un "que te den, prostático..." mientras arrancaba su todoterreno.


Su mente volvió a Q.; vendado, amordazado, atado, a su merced...
Una cálida sensación subió por su entrepierna mientras estacionaba en el aparcamiento de la empresa.

Notó el silencio al entrar en la oficina. Todos la temían.


Una dura jornada de trabajo después, enfados y broncas incluidas, bajó de nuevo al aparcamiento y realizó el trayecto inverso hasta su casa. Un apartamento lujoso y amplio en uno de los nuevos barrios de la ciudad.


Hastiada vio como el ascensor se detenía en la planta baja. Su vecino M. del piso de arriba entró y se sostuvieron la mirada unos instantes.


M. tenía 26 años. Tan solo lo conocía de vista ya que su familia se había mudado algo más tarde que la suya.


Siempre le había parecido un joven atractivo pero aquel día, al sostenerle desafiante la mirada algo la hizo enloquecer.


"¿Que tal el día?" -se atrevió a preguntar...


"Bien, bien" -respondió lacónicamente M.


Unos segundos de incomodidad observando las llaves que tenía en la mano y llegaron a su planta.


Bajó, se despidió aún turbada y entró a casa.


La jauría masculina aún no había llegado. Los "niños" estarían fumando porros por ahí con sus respectivas pandillas como buenos "adolescentes" y su marido...


La verdad, donde pudiera estar su marido era algo que a ella hacía tiempo le había dejado de importar...


Se observó en el espejo, los años iban dejando huella. Nunca fue una mujer de bandera pero siempre consiguió cualquier hombre que se le antojara. Notaba las miradas clavadas en su cuerpo allá donde iba.


Siempre.


Hasta hoy.


Alguna vez había sorprendido a M. mirándola de reojo, pero de eso hacía ya tiempo. El chico había tenido varias relaciones que, al parecer, no habían terminado demasiado bien.


"¿Resentido con las mujeres?" -se preguntó.- "Nah, no creo, demasiado joven para tanta amargura..."


"¿Demasiado orgulloso...?"


Observó una vez más la incipiente celulitis que aparecía en sus muslos. Tejido adiposo que no lograba eliminar por más horas que pasara machacándose en el gimnasio.


"¿Habré envejecido? ¿estaré gorda? ¿estaré perdiendo facultades...?" -se preguntó una vez más mientras su mente volvía a perderse en el recuerdo de Q. aunque esta vez sustituyó su cabeza por la de M.


Se masturbó en la ducha con este recuerdo.

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Ha salido un día raro para ser verano. Toda esa bruma...

Salgo del trabajo pero apenas recuerdo haber entrado a él.

Un policia local, de esos que dirigen el tráfico de vez en cuando, me hace la seña para que avance y así hago a pesar de tener el semáforo en rojo.

Al pasar junto a él he oído perfectamente como me insultaba; no lo entiendo, está a más de 50 m. tengo las ventanillas bajadas y la radio puesta oyendo las noticias de la mañana por la tarde...

Entro por el portal a casa, no sé donde he dejado el coche aunque no le doy más importancia.

Sube el ascensor del sotano y antes de abrir sé que voy a encontrarmelo a él, a M.

No me pregunto que hace subiendo del Garaje, no tiene coche.

Entro y le sostengo la mirada desafiante.

Me agarra, me sujeta bruscamente, me tira un poco del pelo y, cuando abro la boca para quejarme (sin emitir sonido alguno) me mete la lengua con fuerza en la boca.

Voy a estallar...


Sonó el despertador.


Abrió un ojo. Con la mano, a tientas, lo paró.


El corazón aún le latía con fuerza. Nunca había tenido un sueño tan real antes. Podía notar aún la lengua de M. lamiendo, sorbiendo toda su cavidad bucal.


A su lado, la marmota roncaba.


"Sólo falta la canción de Cher" -se dijo con hartazgo...


"La marmota no sé si verá su sombra, pero este SI que es incapaz de verse la cola..." -pensó con sorna mientras se duchaba.


Después, mientras saboreaba el café y los tertulianos radiofónicos arreglaban (o destruían) España, volvió a ensimismarse recordando el sueño. Fantaseó unos segundos con aquellos brazos que oníricamente la habían reducido minutos atrás...


"Diosss, pero que cachonda estoy..." -pensó mientras sacaba el todoterreno del parking.


Un vehículo se le cruzó en una calle estrecha y no dudó en asomar la cabeza por la ventanilla para espetarle un sonoro: "¡Que te jodan malnacido!"


Hoy no era su día, definitivamente no lo era.


"Y no ha hecho más que empezar" -reflexionó para si.


Aparcó en su empresa y dirigió una mirada asesina al primero de sus subordinados con el que tropezó en el ascensor.


"Hoy la jefa ha venido de mala hostia..." -pensó él...


"Como tenga que corregir un error más tuyo, no te comes el turrón aquí..." -pensó ella a su vez.


Se despidieron en silencio y comenzó una de las peores jornadas laborales de su vida.


Por primera vez en mucho tiempo decidió salir un poco antes del trabajo. La sola idea de encontrarse de nuevo con su vecino la aterraba y atraía a partes iguales.


Hizo el camino de vuelta saltandose todos los límites de velocidad, un par de stops y un semáforo en rojo.


Por el camino volvió a tener un encontronazo con un conductor (de sexo masculino, como no) al que insultó con más rabia aún, si cabe...


Dobló la esquina de su calle haciendo prácticamente un trompo y al bajar a la segunda planta del sotano rozó una de las columnas dejando tras de si una bonita mancha de pintura gris metalizada allí.


Cogió el ascensor sin aliento.


Nunca antes le había parecido taaan lento el trayecto del elevador como aquel día.


Su corazón dio un vuelco cuando se paró en la planta baja.


"No, no puede ser, no, no, nooo..."
-rezó mientras veía las puertas metálicas de seguridad deslizarse a la derecha.

Ahí estaba. Media hora antes que ayer.


"Si lo hago a proposito no me sale..."
-pensó con desesperación al verlo entrar.

"Hola, buenas tardes" -saludó él esta vez.


"Hola" -alcanzó a decir ella antes de bajar la mirada completamente turbada.


"¿Ocurre algo?" -preguntó él al ver su reacción.

"No, no, nada nada" -respondió ella


"Ah, perdona, me había parecido..."


Al llegar a su planta se quedó paralizada, mirándolo.


"¿Seguro que no pasa nada?" -volvió a preguntar él -"No nos conocemos mucho, L., pero si me necesitas para cualquier cosa estoy aquí, no lo olvides." -dijo mientras ponía amigablemente una mano sobre su hombro al tiempo que, con suavidad pero también con firmeza, la condujo hacia el rellano de la escalera.


Se quedaron un instante mirándose allí, en silencio.


El se inclinó y la besó.


Ella no le rehuyó.


Fue brusco, como había soñado, pero también fue más dulce de lo que nunca hubiera podido llegar a imaginar...


Entraron en su casa.


Ella intentó manejar la situación, como siempre hacía, fue imposible y al final, desmadejada, se dejo arrastrar al dormitorio por aquellos brazos que horas antes, en sueños, la habían hecho enloquecer.


Empezó a desnudarla con violencia rompiéndole la ropa en el proceso.


Intentó pedirle que parara, pero de su boca solo salió una respiración entrecortada acompañada de jadeos.


Cuando empezó a acariciarle los pezones se sintió desfallecer.


Cuando empezó a bajar la mano hacia la gomita de sus bragas el corazón le iba a mil por hora.


Cuando le dio la vuelta y la penetró pensó que perdía la consciencia.


Hizo todo lo que le pedía.


Por primera vez desde hacía años, la jefa recibió ordenes.


El primero solo fue uno de los multiples orgasmos que tuvo aquella tarde.


Algo que no le ocurría desde... si, bueno, desde Q.


Dos horas más tarde, media antes de que llegara la marmota, él regresaba a casa mientras ella se duchaba acariciando su azotado culo con una descomunal sonrisa dibujada en el rostro.




Tagkiller


Ver: Atrapado en el Tiempo (Harold Ramis 1993), La pianista (Michael Haneke 2001), Secretaria (
Steven Shainberg 2002)

Leer: El perque de tot plegat (Quim Monzó)

jueves, 16 de septiembre de 2010

Miedo y Asco en Biarritz


Levantó un ojo para mirar al resto de participantes de la mesa.

EL tipo del traje con el parche en el ojo que parecía estar sonriendo todo el tiempo, la rubia platino de bote que se lamía el labio superior por enésima vez, el calvo de mediana edad, gordo, sudoroso y sin parar de manosear sus cartas...

Miró al croupier y de repente lo vio como si fuera un gigantesco calamar. Alzaba los tentáculos para mezclar y remezclar los naipes una y otra vez y parecía estar mirando a todos los jugadores al tiempo.

A su mente acudieron las cinco fatídicas palabras que llevaban rato agolpándose en su cabeza: "no debiste meterte aquel ácido".


Había fallado como un novato, como un "probie", como un vulgar "noob" y ahora empezaba a desatarse el caos en su interior.

Él mismo siempre había dicho que para jugar al poker cualquier estimulante es bueno, coca, anfetas, incluso speed... pero no el LSD...

Definitivamente no...

Ahora la mesa con su tapete verde era una charca, los diferentes elementos que la poblaban nenúfares, anfibios y algunos insectos y, por momentos, parecía que el agua iba a rebosar por sus bordes, con cada uno de los movimientos que hacía el "cefalópodo" al repartir, recoger, poner o retirar naipes, apuestas, ganancias o pérdidas.

Volvió a levantar la vista de sus cartas.

El tipo del parche se había convertido en un pirata con una larga y sucia barba, extraña mueca en el rostro y un desproporcionado arete de oro en su oreja izquierda. La rubia platino parecía ahora una Górgona siempre buscando con la mirada a los contrincantes y la cabeza llena de ofidios expectantes. El tipo calvo y gordo se desparramaba sobre su asiento, como si alguien le hubiera derramado una bañera de sulfúrico por encima.

Parpadeó y todo volvió a la normalidad.

Bajó la vista y se perdió en sus cartas.

Dos "Q's", una "K", un "3" y un "6"...

Algo le decía que debía jugársela y buscar el full...

De nuevo todo volvió a descontrolarse; la Reina de Corazones reía como una niña mientras decía "¡que le corten la cabeza!", la Reina de Picas le miraba impasible e indiferente, el Rey de Treboles parecía decir "a mi no me mires, sólo soy un hombre", mientras el 3 y el 6 debatían animadamente sobre primos números y números primos (hay una importante diferencia, se dijo mientras les prestaba atención...)

"¿...SEÑOR...? Ejem... ¿Cartas, señor?"

Salió de su ensimismamiento al oír al Croupier-Cthulhu que había recuperado en parte su forma original...

"Errr... si, gracias, dos más..." -respondió sin mirarlo directamente.

El "semi-kraken" arrojo dos cartas que levitaron sobre las aguas del "tapete-estany" hasta llegar a él y, no sin cierta aprensión, como si fueran a escapar, levantó las esquinas para ver que cartas le habían llegado.

"¡Alabado sea Loki allá donde esté haciendo de las suyas!" -no pudo evitar pensar mientras hacía esfuerzos sobrehumanos para no dejar ver ninguna sensación del triunfo que ahora sentía...

Sabía que el gordo no tenía nada, llevaba jugando desde que llegó y había podido observarlo con calma...

El tipo del parche parecía estar pensando si iba o no, debía de tener cuidado con él, y con sus cartas.

Pero la rubia... la rubia era una auténtica incógnita...

Al principio de la noche le había parecido en un par de ocasiones que el gesto que hacía lamiendose el labio indicaba que llevaba cartas buenas e iba hasta al final. Craso error que le costó parte del dinero que llevaba. Tenía que pensarlo con calma, no había más descartes.

Volvió a bajar la mirada y repasó de nuevo sus naipes...

El ácido volvió a subir con fuerza...

Las dos reinas parecían haber congeniado con el olvidado Rey de Treboles y el de Diamantes que acababa de incorporarse. A ellos se les había unido también la Reina de Treboles y todos juntos debatían acerca de la filosofía de Hegel.

Cerró los ojos un segundo confíando en que todo desapareciera y poder así volver a observar a sus contrincantes.

Fue inútil, la charla entre figuras había terminado pero no dejaban de moverse, señalarle y reirse de él a escondidas.

Volvió a cerrar los ojos, inspiró profundamente y volvió a abrirlos mientras repasaba la mesa de nuevo...

Comenzaron las apuestas.

El gordo no fue, como esperaba.

La rubia igualó y subió.

El tipo del parche pareció dudar un segundo y al final imitó a la rubia.

Es su turno...

De súbito todo pierde el sentido o al menos, el poco que le queda. El pirata babosea a la rubia que le mira con desprecio mientras una de sus serpientes le guiña el ojo. Del gordo no queda nada. El "calamardo" permanece inmóvil mirando la escena. Las cartas quieren escapar, saltar y caer al agua del estanque buscando refrescarse y desprenderse del sudor de las manos que las atenazan. Las fichas andan persiguiéndose a mordiscos como "Pac-Man's". Hacen un ruido curioso al chocar entre si. Las bebidas parecen sobresalir del agua como pilares de una construcción transoceánica. Un nuevo jugador con un peculiar bigote se ha sentado en algún momento y ha pedido cartas. Lleva calzones y guantes de boxeo. Dice llamarse Muhamad Dalí y afirma ser capaz de noquear a Foreman en menos de diez asaltos mientras pinta la "última cena"...

Despertó en un hospital varios días después, solo y arruinado.

¡Vaya fiesta!

Tagkiller

Ver: Miedo y Asco en Las Vegas (1998 Terry Gilliam)
, Airbag (1996 Juanma Bajo Ulloa) Jo, que noche (1985 Martin Scorsese),

Escuchar: Cualquier cosa delirante que les inspire

martes, 20 de julio de 2010

Todos estamos en peligro (Entrevista a Pier Paolo Pasolini por Furio Colombo)









 

Entrevista realizada por Furio Colombo a Pier Paolo Pasolini para el suplemento literario de La Stampa horas antes de su muerte.


1/11/1975


Furio Colombo:

Pasolini, en tus artículos y en tus escritos has dado muchas versiones de lo que detestas. Has abierto una lucha, solo, contra muchas cosas, instituciones, convicciones, personas, poderes. Para que sea menos complicado el discurso yo diré «la situación», y tu sabrás que quiero hablar de la escena en contra de la que, en general, te bates. Ahora te hago esta objeción. La «situación», con todos los males que tú dices, contiene todo lo que te permite ser Pasolini. Quiero decir: tuyo es el mérito y el talento. ¿Pero los instrumentos? Los instrumentos son de la «situación». Editorial, cine, organización, hasta los objetos. Pongamos que el tuyo sea un pensamiento mágico. Haces un gesto y todo desaparece. Todo eso que detestas. ¿Y tú? ¿Tú no te quedarías solo y sin medios? Quiero decir medios expresivos, quiero…

Pier P. Pasolini:
Sí, he entendido. Pero ese pensamiento mágico yo no sólo lo intento, sino que me lo creo. No en el sentido mediático. Sino porque sé que golpeando siempre sobre el mismo clavo puede hasta derribarse una casa. En pequeño, un buen ejemplo nos lo dan los radicales, cuatro gatos que consiguen remover la conciencia de un país (y tú sabes que no siempre estoy de acuerdo con ellos, pero precisamente ahora estoy a punto de salir para ir a su congreso). En grande, el ejemplo nos lo da la historia. El rechazo ha sido siempre un gesto esencial. Los santos, los ermitaños, pero también los intelectuales. Los pocos que han hecho la historia son aquellos que han dicho no, en absoluto los cortesanos y los ayudantes de los cardenales. El rechazo, para funcionar, debe ser grande, no pequeño, total, no sobre este o aquel punto, «absurdo», no de sentido común. Eichmann, amigo mío, tenía mucho sentido común. ¿Que le faltó? Le faltó decir no, antes, al principio, cuando lo que hacía era sólo administración rutinaria, burocracia. A lo mejor incluso habrá dicho a los amigos: a mí ese Himmler no me gusta mucho. Habrá murmurado, como se murmura en los editoriales, en los periódicos, en el amiguismo y en la televisión. O también se habrá rebelado porque este o aquel tren se paraba una vez al día para las necesidades y el pan y el agua de los deportados, cuando hubieran sido más funcionales o más económicas dos paradas. Pero nunca ha bloqueado la maquinaria. Entonces los problemas son tres. Cuál es, como dices tú, «la situación», y por qué se debería pararla o destruirla. Y cómo.

F. C:
Eso es, describe “la situación”. Sabes perfectamente que tus intervenciones y tu lenguaje tienen un poco el efecto del sol que atraviesa el polvo. Es una imagen bella, pero se entiende poco.
P.P:
Gracias por la imagen del sol, pero pretendo mucho menos. Pretendo que mires a tu alrededor y te des cuenta de la tragedia. ¿Cuál es la tragedia? La tragedia es que ya no somos seres humanos, somos extrañas locomotoras que chocan unas contra otras. Y nosotros, los intelectuales, cogemos el horario de los trenes del año pasado, o de hace diez años, y decimos: qué extraño, esos dos trenes no pasan por ahí, ¿cómo es que se han destrozado de esa manera? O el maquinista se ha vuelto loco o es un criminal aislado o se trata de un complot. El complot, sobre todo, nos hace delirar. Nos libera de todo el peso de enfrentarnos solos a la verdad. Qué bien si mientras nosotros estamos aquí charlando alguno en una taberna está haciendo planes para deshacerse de nosotros. Es fácil, es sencillo, es la resistencia. Perderemos algunos camaradas y después nos organizaremos y quitaremos de en medio a los otros, ¿no te parece? Yo sé que cuando da en televisión ¿Arde París? Todos están ante el televisor, con lágrimas en los ojos y unas ganas locas de que la historia se repita, bella, limpia (un efecto del tiempo es que “lava” las cosas, como las fachadas de las casas). Sencillo; yo aquí, tú allí. No hagamos bromas con la sangre, el dolor, la fatiga que la gente pagó entonces por “elegir”. Cuando estás con la cara aplastada contra aquel momento, aquel minuto de la historia, elegir es siempre una tragedia. Pero, admitámoslo, era más sencillo. El fascista de Salò, el nazi de las SS, el hombre normal, con la ayuda del valor y de la conciencia, consigue rechazarlo, incluso de su vida interior (que es donde empieza siempre la revolución). Pero ahora no. Uno se te viene encima vestido de amigo, es gentil, cortés, y “colabora” (pongamos que en la televisión), por ir tirando o porque no es un delito. El otro “o los otros, los grupos- te sale al encuentro o se te echa encima“ con sus chantajes ideológicos, con sus sermones, sus prédicas, sus anatemas, y tú sientes que también son amenazas. Desfilan con banderas y consignas, pero ¿qué los separa del “poder”?
F.C:
¿Qué es el poder, según tú, dónde está, dónde se encuentra, como lo sacas de su madriguera?
P.P:
El poder es un sistema de educación que nos divide en subyugados y subyugadores. Pero cuidado. Un mismo sistema educativo que nos forma a todos, desde las llamadas clases dirigentes hasta los pobres. Por eso todos quieren las mismas cosas y se portan de la misma manera. Si tengo en las manos un consejo de administración o una operación bursátil, los utilizo. Si no, una barra de hierro. Y cuando utilizo una barra de hierro hago uso de mi violencia para obtener lo que quiero. ¿Por qué lo quiero? Porque me han dicho que es una virtud quererlo. Yo ejerzo mi derecho-virtud. Soy asesino y soy bueno.
F.C:
Te han acusado de no distinguir política e ideológicamente, de haber perdido el sentido de la diferencia profunda que tiene que haber entre fascistas y no fascistas, por ejemplo entre los jóvenes.
P.P:
Por eso te hablaba del horario ferroviario del año pasado. ¿Nunca has visto esas marionetas que hacen reír tanto a los niños porque tienen el cuerpo vuelto de una parte y la cabeza de la otra? Me parece que Totò hacía un truco parecido. Así veo yo la inmensa tropa de intelectuales, sociólogos, expertos y periodistas de las intenciones más nobles, las cosas suceden aquí y la cabeza mira hacia allá. No digo que no exista el fascismo. Digo: dejad de hablarme del mar mientras estamos en la montaña. Este es un paisaje distinto. Aquí existe el deseo de matar. Y este deseo nos ata como hermanos siniestros de un fracaso siniestro de todo un sistema social. También a mi me gustaría que todo se resolviese con aislar a la oveja negra. Yo también veo las ovejas negras. Veo muchas. Las veo todas. Este es el problema, ya se lo he dicho a Moravia: por la vida que llevo pago un precio… Es como uno que baja al infierno. Pero cuando vuelvo - si vuelvo - he visto otras cosas, más cosas. No digo que tengáis que creerme. Digo que tenéis que cambiar continuamente de discurso para no enfrentaros a la verdad.
F.C:
¿Y cuál es la verdad?
P.P:
Siento haber utilizado esta palabra. Quería decir «evidencia». Deja que ponga otra vez las cosas en orden. Primera tragedia: una educación común, obligatoria y equivocada que nos empuja todos a la competición por tenerlo todo a toda costa. A esta arena nos empuja como una extraña y oscura armada en la que unos tienen los cañones y otros tienen las barras de hierro. Entonces, una primera división, clásica, es «estar con los débiles». Pero yo digo que, en un cierto sentido, todos son los débiles, porque todos son victimas. Y todos son los culpables, porque todos están listos para el juego de la masacre. Con tal de tener. La educación recibida ha sido: tener, poseer, destruir.
F.C:
Entonces deja que vuelva a la pregunta inicial. Tú, mágicamente anulas todo. Pero vives de los libros, y necesitas inteligencias que lean. Es decir, consumidores educados del producto intelectual. Tú haces cine y necesitas no sólo de grandes plateas disponibles (de hecho por lo general tienes mucho éxito popular, o sea eres «consumido» ávidamente por tu público) sino también de una gran maquinaria técnica, organizativa, industrial, que esta en medio. ¿Si quitas todo eso, con una especie de mágico monaquismo de tipo paleo-católico y neo-chino, qué te queda?
P.P:
A mi me queda todo, o sea yo mismo, ser vivo, estar al mundo, ver, trabajar, comprender. Hay cientos de maneras de contar las historias, de escuchar las lenguas, de reproducir los dialectos, de hacer el teatro de los títeres. A los otros les queda mucho más. Pueden hacerme frente, cultos como yo o ignorantes como yo. El mundo se hace grande, todo pasa a ser nuestro y no tenemos que utilizar ni la Bolsa, ni el consejo de administración, ni la barra de hierro para depredarnos. Ves, en el mundo que muchos de nosotros soñábamos (repito: leer el horario de trenes del año anterior, pero en este caso podemos decir de muchos años antes) había el patrón infame con el sombrero de copa y los dólares que se le colaban de los bolsillos y la viuda demacrada que pedía justicia con sus niños. El buen mundo de Brecht, en suma.
F.C:
Es como decir que tienes nostalgia de aquel mundo.
P.P:
¡No! Tengo nostalgia de la gente pobre y verdadera que peleaba para derribar a aquel patrón sin convertirse en aquel patrón. Como estaban excluidos de todo, nadie los había colonizado. Yo tengo miedo de estos negros en revuelta, iguales al patrón, otros saqueadores que quieren todo a toda costa. Esta oscura obstinación en la violencia total no deja ver ya «de que signo eres». A cualquiera que lleven al hospital al final de su vida sea llevado moribundo al hospital le interesa más -si tiene todavía un soplo de vida - qué le dirán los médicos sobre sus posibilidades de vivir que qué le dirán los policías sobre la mecánica del delito. Date cuenta de que yo no hago ni un proceso de intenciones ni me interesa ya la cadena causa efecto, primero ellos, o primero él, o quién es el jefe-culpable. Me parece que hemos definido lo que tú llamas la «situación». Es como cuando en una ciudad llueve y se han atorado las alcantarillas. El agua sube, es un agua inocente, agua de lluvia, no tiene ni la furia del mar ni la maldad de las corrientes de un río. Mas, por la razón que sea no baja, sino que sube. Es la misma agua de lluvia de muchos poemitas infantiles y de las musiquillas del «cantando bajo la lluvia». Pero sube y te ahoga. Si hemos llegado a este punto yo digo: no perdamos todo el tiempo en poner una etiqueta aquí y otra allá. Veamos cómo se desatasca esta maldita bañera, antes que nos ahoguemos todos.
F.C:
Y tú, por eso, quisieras que todos fuesen pastorcillos sin enseñanza obligatoria, ignorantes y felices.
P.P:
Dicho así sería una estupidez. Pero la llamada enseñanza obligatoria fabrica a la fuerza gladiadores desesperados. La masa se hace más grande, como la desesperación, como la rabia. Admitamos que yo haya tenido una salida de tono (aunque no lo creo). Decidme vosotros otra cosa. Se entiende que añoro la revolución pura y directa de la gente oprimida que tiene el único objetivo de hacerse libre y dueña de si misma. Se entiende que me imagino que pueda todavía llegar un momento así en la historia italiana y en la del mundo. Lo mejor de lo que pienso podrá hasta inspirarme uno de mis próximos poemas. Pero no lo que sé y lo que veo. Quiero decir con toda franqueza: yo bajo al infierno y sé cosas que no molestan la paz de otros. Pero prestad atención. El infierno está subiendo también entre vosotros. Es verdad que sueña con su uniforme y su justificación (a veces). Pero es también verdad que sus ganas, su necesidad de golpear con la barra de hierro, de agredir, de matar, es fuerte y es general. No será por mucho tiempo la experiencia privada y peligrosa de quien, cómo decirlo, ha tocado «la vida violenta». No os hagáis ilusiones. Y vosotros, con la escuela, la televisión, lo pacato de vuestros periódicos, vosotros sois los grandes conservadores de este orden horrendo basado en la idea de poseer y en la idea de destruir. Dichosos vosotros que os quedáis tan felices cuando podéis poner sobre un crimen su buena etiqueta. A mi esta me parece otra de las muchas operaciones de la cultura de masa. Como no podemos impedir que pasen ciertas cosas, nos tranquilizamos encasillándolas.
F.C:
Pero abolir tiene que decir a la fuerza crear, si no tú también eres un destructor. Los libros por ejemplo, ¿qué será de ellos? No quiero hacer el papel de quien se angustia más por la cultura que por la gente. Pero esta gente salvada, en tu visión de un mundo diferente, ya no puede ser primitiva (esta es una acusación frecuente que te hacen) y si no queremos utilizar la represión «más avanzada»…
P.P:
Que me da escalofríos.
F.C:
Si no queremos utilizar frases hechas, una indicación tiene sin embargo que existir. Por ejemplo, en la ciencia-ficción, como en el nazismo, se queman siempre los libros como gesto inicial de exterminio. Cerradas las escuelas, clausurada la televisión, ¿cómo animas tu belén?
P.P:
Creo haberme ya explicado con Moravia. Cerrar, en mi lenguaje, quiere decir cambiar. Cambiar pero de modo tan drástico y desesperado como drástica y desesperada es la situación. Lo que impide un verdadero debate con Moravia, pero sobre todo con Firpo, por ejemplo, es que parecemos personas que no ven la misma escena, que no conocen la misma gente, que no escuchan las mismas voces. Para vosotros una cosa ocurre cuando es una crónica, hecha, maquetada, editada y titulada. ¿Pero qué hay debajo? Aquí falta el cirujano que tiene el coraje de examinar el tejido y de decir: señores, esto es cáncer, no una cosita benigna. ¿Qué es el cáncer? Es una cosa que cambia todas las células, que las hace crecer todas de forma enloquecida, fuera de cualquier lógica precedente. ¿Es un nostálgico el enfermo que sueña con la salud que tenía antes, aunque antes fuera un estúpido y un desgraciado? Antes del cáncer, digo. Es decir, antes de todo será necesario hacer no sólo un esfuerzo para tener la misma imagen. Yo oigo a los políticos con sus formulismos, todos los políticos, y me vuelvo loco. No saben de que país están hablando, están tan lejos como la luna. Y los literatos. Y los sociólogos. Y los expertos de todos tipo.
F.C:
¿Por qué piensas que para ti ciertas cosas están tan más claras?
P.P:
No quisiera hablar más de mí, quizás he hablado dicho incluso demasiado. Todos saben que yo mis experiencias las pago personalmente. Pero están también mis libros y mis películas. Quizás soy yo quien se equivoca. Pero sigo diciendo que estamos todos en peligro.
F.C:
Pasolini, si ves la vida así - o se si aceptarás esta pregunta- ¿cómo piensas evitar el peligro y el riesgo?
(Se ha hecho tarde, Pasolini no ha encendido la luz y se hace difícil tomar apuntes. Miramos juntos los míos. Luego me pide que le deje las preguntas.)

P.P:
Hay puntos que me parecen demasiado absolutos. Deja que lo piense, que los relea. Y dame tiempo para encontrar una conclusión. Tengo una cosa en mente para responder a tu pregunta. Para mi es más fácil escribir que hablar. Te dejo las notas que añada mañana por la mañana».

Al día siguiente, domingo, el cuerpo sin vida de Pier Paolo Pasolini estaba en el tanatorio de la policía de Roma.
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Furio Colombo (1975)

Leer: El Caso Pasolini (Gianluca Maconi 2010)

Ver: Pajaritos y Pajarracos (Pier P. Pasolini 1966), Saló o los 120 días de Sodoma (Pier P. Pasolini 1975)

Feliz Cumpleaños LOL

Car Crash Sleep


Arrancó el coche y salió del "parking" de la empresa.


Hacía el mismo trayecto todos los viernes.


Ni siquiera pasaba por casa. Se había acostumbrado a salir corriendo de la ciudad al acercarse el fin de semana.


Llevaba todo lo necesario en el maletero. Lo preparó cuidadosamente la noche anterior y aquella mañana sólo había tenido que sacar algunas fiambreras y ponerlas en el frigorífico del comedor de personal.


Paró para repostar y tomar un café en una estación de servicio.


No había dormido bien la noche anterior y eso que los últimos meses no habían sido tan malos como los primeros...


Se detuvo un momento con el vaso de papel en la mano, soplando, mientras su mente se perdía recordándola.


A ella...


Se despidió del encargado y retomó su camino.


A los diez minutos notó los primeros síntomas de somnolencia.


Hizo caso omiso y continuó, más rápido si cabe, deseoso de llegar cuanto antes para descansar.


Los ojos se le cerraron un segundo.


Sólo un segundo.

Pensó seriamente en parar y estirar las piernas ¡pero era tan poco lo que le quedaba para llegar...!


Apretó el acelerador, las luces delanteras devoraban kilometros de una carretera que ya oscurecía.


De pronto una inclinación de cabeza, negrura, catástrofe, estrépito...


"Todo-en-uno", en décimas de segundo.


Le despertó un dolor intenso en la pierna izquierda. El coche había caído por un terraplén y estaba atrapado en el amasijo de hierros.


Se notó débil, y confuso, no tenía idea del tiempo que había permanecido así pero notaba el flujo caliente de la sangre resbalando por su pantorrilla.


Una carretera comarcal perdida entre montañas, sin cobertura, en una zona de difícil visibilidad, en verano, sin apenas tráfico...


Sólo un milagro podía salvarlo, y eso sin hablar del amenazante humillo que emergía del capó...



El tiempo y su discurrir.


Pensó en su mujer, había muerto de cáncer un año antes y hacía relativamente poco tiempo que lo había "superado".


Sus años juntos, "siempre a tu lado", sus hijos, la convivencia, las dificultades, los grandes momentos...


Desfilaron sus recuerdos con desasosegante lentitud.


Se sintió de pronto MUY solo.


Nunca pensó que moriría así, solo y llorando como un niño...



Recordó su sonrisa, la tenía olvidada.


Siempre le dijo lo loco que le volvía aquella risa de niña.


Algo dentro de él empezó a sangrar sin derramar una sola gota...


Sólo lloró.


Lloró.


Solo.





Tagkiller (I miss you, L.O.L, y duele)


Premio a la originalidad 2010, si, lo sé... no estoy inspirado, lo siento...


Pd: ¿Alguien tiene una máquina del tiempo? La necesito, MUCHO, por favor...



Ver: 28 Días Después (Danny Boyle 2002), Hijos de los Hombres (Alfonso Cuaron 2006).


Escuchar: (pero no me la pongan por favor): By Your Side (Sade), Parole Alate (Meg)

viernes, 2 de julio de 2010

"Traffickin' Africa"



La primera norma si traficas con armas es "que no te disparen con tu mercancía".

La segunda es "asegurate de que te pagan".

Hay quinientos millones de armas en el mundo, una para cada doce personas, y puedo decir con orgullo que he intentado por todos los medios armar a las once restantes. Ignorando a veces la segunda de las normas.

La leyenda urbana dice que Africa está superpoblada, he estado allí en muchas ocasiones, la he recorrido desde El Cairo a Ciudad del Cabo y desde Lagos hasta Mogadiscio y puedo aseguraros que esa afirmación es falsa.


Eso y que los mapas están muy mal hechos.


Otra leyenda urbana dice que nosotros, los traficantes de hierro, estamos al servicio de las élites para controlar la población allí.

También puedo deciros sin temor a equivocarme que es falso, de eso ya se encarga el Sida y el hambre.

Para empezar el término élites es incorrecto. Hay una serie de conglomerados comerciales que en la mayoría de ocasiones compiten entre si por los recursos existentes. Alguna vez cooperan, pero suele ser infrecuente y sólo cuando hay algo realmente peligroso (o beneficioso) para la consecución de sus intereses.

Por lo demás, Africa no les interesa salvo por sus recursos. Y el "recurso humano" es uno de ellos.


Los efectos que tiene toda la bazofia irreal que les vendemos a través de esos bosques de antenas parabólicas que pueblan los techos de sus infraviviendas es devastador. El deseo de alcanzar ese mundo irreal e hipertecnificado donde poder dar un futuro a los hijos les lleva a cruzar el continente en penosos viajes para alcanzar el sueño europeo.


Sueño que suele tornarse en "pesadilla mediterránea".


Que se jodan. No me preocupan.

Mi papel en esto es suministrar las "herramientas adecuadas" a los "encargados del negocio".


Africa es un enorme coto privado al servicio de esas corporaciones y soy yo el que arma a sus "perros" burlando todo tipo de embargos, acuerdos comerciales y medidas de presión.


No es fácil, pero tampoco imposible. Después de todo la idea es que en el próximo conflicto dejen los machetes a un lado y se maten como señores, como ciudadanos del primer mundo, con todos los honores...


Eso y los recursos, como ya he dicho, causa y a la vez solución de todos (o casi todos) los problemas de este mundo.

No es casual que donde hay más en juego se sucedan las guerras, como en Nigeria.


O Tanzania.


Durante años estuve envíando armas a Tanzania, trayendo mis aviones vacíos a la vuelta hasta que un día vi una de esas gigantescas percas que han arrasado el lago Victoria y decidí aprovecharlas.


Al poco tiempo un belga había montado una factoría para procesarlas allí mismo así que en lugar de transportar armas y volver con pescado empezamos a llevar armas y traernos filetes procesados de perca que triplicaban su valor.


Aquel fue un negocio redondo.


¿Qué me importa a mi lo que hagan con mi mercancía? Las armas son sólo herramientas
, son utensilios, útiles, cualquier cosa puede ser un arma. ¿Prohibimos también el comercio de armas blancas?

Cualquier cosa puede ser utilizada como arma, las armas no matan, matan quienes las empuñan.

Algunos dirán que mi argumentación no es más que palabrería con la que intento acallar mi conciencia.

Siento desilusionaros,
no tengo conciencia.

Mi vida es el negocio y en mi negocio no me gana nadie. Soy el mejor.

Mi negocio es la muerte.



Tagkiller (me voy de vacas, buenas noches y buena muerte XD)



Ver: El Señor de la Guerra (Andrew Niccol 2005), La Pesadilla de Darwin (Hubert Sauper 2004), Surplus (Erik Gandini 2003)

Escuchar: For What It's Worth - Buffalo Springfield 1967

martes, 29 de junio de 2010

Cartero


Una calle, un patio, un tablero metálico.


Puerta uno, llamo, espero...


No hay nadie, sigo, puerta dos, llamo, espero...


Nadie, puerta tres, llamo, espero...


Contestan.


- Si ¿quien es? -voz de un hombre, ruido de musica de fondo...


- Cartero, abra por favor... -respondo.


- ¿Cartero? ¿Por qué llama usted a mi casa?



Me quedo un segundo en blanco, el tono de voz del hombre parece inquieto mientras intento encontrarle la trampa a la pregunta...



¿Como dice? - acierto a decir.


¿Está usted sordo? que por qué ha llamado a mi casa le estoy preguntando...



Un loco, los carteros tenemos fama de funcionarios con vida apacible pero nadie tiene ni puta idea de las cosas que nos toca ver y, a veces, sufrir.


En mis trece años de servicio me han mordido seis perros. He visto una reyerta con puñaladas, disputas conyugales y vecinales,
toda la mala educación del mundo y locos, muchos locos.

Pero este se lleva la palma.


Trato de articular una respuesta inteligible, pero es julio, estoy al sol y, literalmente, estoy bañado en sudor.



- Caballero, he llamado a su casa porque es la tercera y en las dos anteriores no contestaba nadie...


- ¿Es eso cierto? -inquiere el vecino


(Trago saliva, pero que especie de m...?)


- Por supuesto, esta zona es nueva para mi, han cambiado a su cartero habitual y siempre procedo igual, llamo una por una a todas las casas desde la primera hasta que alguien me abre...


- Bueno, ¿pero tiene alguna carta para mi?



El colmo, esto es el puto colmo ¿querrá ahora también que le diga si son buenas o malas noticias?



- Pues, deje que vea... Si, ah, no, no, perdone, para usted no hay nada, tenemos una carta pero debe tener la dirección equivocada porque el nombre no coincide...


- ¡¡¡AJA!!! -una exclamación psicótica de triunfo casi me deja sordo.


- ¿Perdón? -pregunto mientras gruesos goterones caen por mi tripa dejando unas curiosas manchas en mi ropa...



Nada, no hay respuesta, sólo silencio...


Un jodido loco, ¿por qué me tocan a mi siempre? - me cuestiono mientras llamo a la puerta cuatro...


Espero, sin respuesta...


Cuando voy a llamar a la quinta oigo un ruido dentro del patio.


Tapo un poco el cristal para poder ver en su interior, es de esos ahumados y, saliendo de una esquina veo un tio aparecer, va mal vestido y lleva un enorme montón de papeles en la mano.


Y lo que es peor, se dirige hacia mi.


Doy un paso atrás, mi mano sujeta con nerviosismo el spray de defensa, herencia del último ataque de cánidos y me preparo para lo peor.


La puerta se abre con fuerza y ante mi hay un hombre de mediana edad, mal vestido, sin afeitar y con profundas ojeras.


Sin esperar a mayores presentaciones me tiende un sobre.



- ¿Es ese el nombre que aparece en la carta que acaba usted de mencionar? -dice, su voz tiene algo de desquiciada.


Lo cojo con precaución, compruebo el nombre con rapidez sin quitarle el ojo de encima y asiento con la cabeza.



¡JUAS!
-otra expresión triunfal, pero ésta me hace dar un respingo por la cercanía entre su autor y yo...- No puede ser un error señor cartero -prosigue- porque llevo dos años recibiendo cartas para este señor, yo mismo las llevaba hasta su portal al principio pero ya no.


¿Señor cartero?
vaya, un loco educado... ¡Que maravilla!


- Pues no termino de entenderlo, señor, será una empresa con los datos erróneos y quizá el destinatario sea alguien ocupado como para hacer las gestiones para subsanarlo...


- ¡NOOOO!
-me interrumpe con fiereza y, confieso, medito seriamente la opción de gasearlo y llamar luego a la policía local- Eso no es así. Alguien se asegura que esas cartas vayan primero a este portal. Alguien que conocía a nuestro antiguo cartero el cual tenía la costumbre de llamar en primer lugar a las casas que recibían correo. Alguien que sabe que me cuesta mucho dormir.


La mirada se le pierde en el infinito y se calla.


Yo, la verdad, no sé que hacer ni que decir. Sólo noto los riachuelos de sudor que caen por mi cuerpo mientras los segundos pasan y este sujeto parece haber perdido el norte definitivamente.

Cuando estoy a punto de despedirme, como si fuera un autómata en Blade Runner, el "loco" parece salir de su letargo, me mira y me pregunta:


- ¿Tiene usted buena memoria?


- Si, creo ¿para qué?


- ¿Podría recordar ese nombre y evitar llamar a mi casa cuando reciba correo suyo?


- Si, creo, lo intentaré al menos, lo que si le digo es que a partir de ahora por nada del mundo llamaré a su casa sabiendo que tiene problemas de sueño...



El hombre me mira durante un instante, parece a punto de echarse a llorar, me coge la mano que tengo libre, me la sacude con energía y se deshace en agradecimientos y efusividades varias.

Desaparece escaleras arriba.


Me quedo confuso durante unos segundos.


Mierda, ha subido cerrando la puerta del portal tras de si...


Puerta uno, llamo, sin respuesta, puerta dos, llamo, sin respuesta, puerta treeesssssss.... no, puerta cuatro, llamo, sin respuesta...

Me abren y subo mientras un pensamiento retumba en mi cabeza:

- ¿...Y por qué no habló con el anterior cartero...?





Tagkiller

Escuchar: Summer in the City (Joe Cocker)



jueves, 10 de junio de 2010

El Especialista


Espaguettis. Una enorme montaña de espaguettis bañados en nata y bacon, con su puntito de pimienta negra y nuez moscada...

Ummmm...

Aquel era un plato descomunal, pero él lo merecía, era un hombre descomunal. Alto, cercano a los dos metros y morbosamente obeso. Su cuerpo se ajustaba más al de un rudo luchador de sumo que al del trabajo que desempeñaba. Pero él, en lo suyo, también era un
Yokozuna, un Maestro.

Era el Especialista.

A él lo llamaban de empresas de todo el territorio nacional. Era él y eran sus metodos los preferidos por las corporaciones para
poner orden ahora que llegaban los problemas. Y era él el cirujano que debía hacerlo.

Atacó de inmediato la comida mientras pensaba con orgullo en sus últimas actuaciones. Cien despidos en tal empresa, ciento cincuenta en la otra, sesenta en la de más allá...

Eran momentos difíciles, eran situaciones complicadas, solía decir que no estaba orgulloso de lo que hacía, pero alguien debía de hacerlo. Además, en una economía de "libre mercado" los despidos son algo necesario, la máquina no debe dejar de funcionar, en todas partes hay gente descontenta, y, como él mismo solía decir, lo mejor es que estos "señores" se marchen.

"...Y si no quieren se les da un empujoncito..."

Él era experto en convertir en unos meses un centro de trabajo, donde antes reinaba la armonía, en una
pesadilla de la que los trabajadores saliesen corriendo...

"...Y gratis para la empresa..." -pensó para sus adentros mientras una sonrisa se dibujaba en sus labios manchados de salsa carbonara.

"La vida es dura, el sistema no lo he hecho yo, no es una tragedia, pasan cosas peores todos los días en todo el mundo" y otros lugares comunes similares afloraban a su boca cuando alguien, alguien íntimo, claro, le cuestionaba la moralidad de sus acciones.

Porque a decir verdad, no eran más que eso, excusas para simular una conciencia que parecía no tener, que quizá no había tenido nunca.

Nunca en su vida tuvo problemas para dormir.

Aquel día no había sido especialmente duro, un par de reuniones de trabajo, desplazamientos, llamadas.

Siempre que visitaba esa ciudad comía en el mismo restaurant, una trattoria en una calle céntrica pero tranquila. Conocía al encargado de toda la vida y siempre le habían tratado bien. Especialmente bien.

Como ahora.

De repente un agudo pinchazo recorrió su brazo derecho y notó como le faltaba la respiración. Se aflojó con nerviosismo el nudo de la corbata mientras boqueaba desesperado como un pez fuera del agua. El sudor perlaba su frente. Miró a su alrededor y, pese a haber varios clientes más allí, estaba solo, nadie parecía verle...

¿Le ignoraban?

De pronto se acercó uno de los camareros, un hombre de unos cincuenta años, que le había recordado vagamente algo e inclinandose con una sonrisa le dijo:

"¿Está todo a su gusto señor?"

Lo miró desconcertado, pareció
olvidar por un momento que estaba ahogandose, sufriendo un paro cardíaco, para volver a convulsionarse poco después.

Ahora lo recordaba, había despedido a aquel camarero años antes, de un viejo hotel que había sido comprado por una cadena.

El especialista vio una sonrisa antes de morir.

Sin lugar a dudas mucho más de lo que merecía.




Tagkiller (crisis? que crisis? miremos los sueldos de los directivos... tengo una guillotina para usted... XD)


Ver: Arcadia (Costa Gavras 2005),
La Corporación (Achbar, Abbott y Bakan 2003), The Meaning of Life (Monty Python 1983)

domingo, 6 de junio de 2010

Terror en estado puro


Salió del despachito mirándose las puntas de los zapatos. Caminaba como cansado; absorto dirían sus compañeros de trabajo después.

Parecía otra persona. Todos los que entraban últimamente en esa habitación, con aquel amenazante cartel en la puerta (Recursos Humanos), salían cambiados, idos, demudados...

Salían reducidos.

El reloj en la pared continuó marcando segundos, imperturbable a la catástrofe andante que sucedía junto a él.

Los monitores de los ordenadores parecían saltar al protector de pantallas a su paso, como si le recordaran que ya no era bienvenido allí y quisieran vetarle el acceso, la mirada, a informaciones vitales.

Sorprendió a la recepcionista de la oficina observándole con tristeza, ella apartó con rapidez la mirada, parecía temer verse reflejada en el fracaso ajeno.

"...En tu fracaso..." -se corrigió.

Arrastrando los pies, caminó hasta su mesa, que parecía empequeñecerse por momentos, como su vida, y empezó a meter sus cosas en un enorme sobre acolchado.

Cartas personales, la taza de café, su pendrive, el pisapapeles souvenir de sus últimas vacaciones, fotos de sus hijos, de su mujer...
"¿Y qué le digo ahora a mi mujer...?"

Esta pregunta no hacía más que retumbar en su cerebro una y otra vez. Conocía casos cercanos, auténticas tragedias, en las que un despido había significado el principio anunciado de relaciones que nunca debieron ser formalizadas.

"Cuando la crisis entra por la puerta, el amor salta por la ventana"

Recordó una vez más aquella frase que, curioso, la primera vez que oyó, no sólo le hizo gracia, sino que tampoco le encontró ningun inconveniente además de verla completamente lógica...

Ahora tenía que explicarle a su mujer que la crisis se asomaba al umbral y había venido para quedarse.

"...Porque esa es otra... ¿quién me contrata a mi ahora con 48 años...?"

Un regusto ácido subió desde su estómago, recorrió su esófago, atravesó su garganta y le llevó hasta la boca toda la angustia que sentía en ese momento.

Salió de la oficina dando bandazos, como si no quisiera encontrar el camino para hacerlo; inseguridad y sindrome de Estocolmo mezclados en perfecta armonía, pánico y ansiedad caminando cogidos de la mano.


En la calle, el sol le deslumbró, el mundo parecía amenazador allá afuera...

Terror en estado puro


Tagkiller (será en Octubre!) (luv u L.O.L.)
http://tagkiller.livejournal.com


Ver: Los Lunes al Sol (Fernando Leon de Aranoa 2002), The Big One (Michael Moore 1997), Riff Raff (Ken Loach 1990)

Oír: Protection - Massive Attack, Parole Alate - Meg, Avanzo de Cantiere - Banda Bassotti

domingo, 30 de mayo de 2010

Media hora en seis segundos.


Treinta minutos son 1800 minutos. Son 108000 segundos. Cuando uno se enfrenta al negro agujero del cañon de una 9mm apenas pasan unos instantes, unas pocas decimas antes de que el fogonazo incinere tu rostro. "Micras" de tiempo que se escapan y, quizá por eso, transcurren en mórbida lentitud.
En tan solo unos segundos hay quien dice que ves tu vida. Yo no he tenido tanta suerte. En ese período sólo he podido atisbar un trecho. Recuerdo el apartamento de la "crew", en pleno barrio (banlieue lo llaman los pijos del estado), recuerdo a Shafiq, tirado en el sofá, liando un porro de maria, la mirada vidriosa alternando entre el televisor (un Lcd de 42", casi más grande que el salón) y sus manos. Recuerdo a Vincent, jugando compulsivamente al "San Andreas", recuerdo el pequeño montículo de "fariña" sobre el cristal de la mesita. Recuerdo a Khaled (valiente imbécil) haciendo el gil con mi katana, haciendo "sombra", como él mismo suele decir.

Durante ese breve lapso de tiempo uno aprecia los detalles más nimios con una facilidad pasmosa. Los tatuajes de Usman tienen ahora, al recordarlo, signos que no había visto antes, los tribales cobran vida, puedo ver hasta el último punto de su gorro de lana. El cocodrilo de su chaqueta parece girarse y decirme: "deslízate". Las "serpentinas de merca" pintadas sobre el cristal son ahora más largas y cada cristal parece refulgir con la luz de los halógenos.

Detalles que nunca han tenido la menor importancia parecen ahora vitales.
Recuerdo con claridad meridiana las últimas llamadas de teléfono que he recibido. La de mi colega Noureddine diciéndome que no va a poder llegar a tiempo; ha pinchado, está tirado en la calle Zola, cerca del río, en Bezons y va a cambiar la rueda ahora, "bien, tio, nos vemos luego, no te apures, guardamos tu parte...". También recuerdo la llamada de mi novia, Fatima, mimosa, como siempre, diciéndome que no tarde, que me espera, en la cama, despierta... "acuestate y duerme, cariño, ya te despierto yo cuando llegue...". La de K2 que, como siempre, me dice que no va a poder pagarme ahora, "...la semana que viene, tio, la semana que viene...", "...bien K2, pero no me jodas, pagame de una vez o te parto las putas piernas..."

Es sorprendente como la mente humana es capaz de recordar cosas que no importan una mierda y como otras, mucho más serias, parecen esquivas y volátiles. Debía haber recordado, por ejemplo, que la semana pasada Noureddine tampoco apareció por "La Boca" hasta pasada la medianoche. Debía haber recordado la huidiza mirada que nos echó Said el día del entierro de su padre. Debía haber recordado que Ali, el hermano pequeño de Ahmed, había jurado vengarse de nosotros; jodido mocoso ¡maldito sea y tres veces maldito sea también el perro de su hermano! ojalá ardan juntos en el infierno.

Debería haber visto la jugada....


Recuerdo perfectamente la llamada de aquel número oculto. También recuerdo el timbre de la puerta sonando y a mi mismo gritando desde el Wc a mis perros "...abrid la puerta hijoputas, que estoy meando. Será Nourredine..."


Los pasos de Usman hacia la puerta, ruido de pestillos y llaves. Luego el silencio. Un silencio solamente roto por las voces de pandilleros afroamericanos en la Play Station. Un silencio que te grita que algo no va bien.


Das dos pasos, buscas tu arma y, de repente, un cañón apuntando a tu pupila en el pasillo y la media hora más fútil de tu vida circulando una y otra vez por tu mente a cámara lenta. Detalles triviales que al ser ahora los últimos se vuelven de mayúscula importancia.


Apenas un segundo para pensar en lo importante; tu madre, tu viejo padre muerto y sus palabras, sus recuerdos de su Biskra natal, allá en Argelia; tu hermana pequeña, tu hermano encarcelado; tu familia, tu novia, tu barrio...

Y tres segundos más en los que uno se pregunta sinceramente por qué se recuerdan gilipolleces en una situación así y por qué los recuerdos capitales se evitan...


En cinco segundos caben 108000.

En el sexto un fogonazo, dolor y negrura.

Treinta minutos son sólo 1800 minutos, sólo 108000 segundos...



Tagkiller (repitan conmigo: vamos a morir cientos de veces...! XD)
http://tagkiller.livejournal.com


Ver: La Haine (Mathieu Kassovitz 1995), EL Club de la Lucha (David Fincher 1999), La Última Noche (Spike Lee 2002), Banlieue 13 (Pierre Morel 2004)


Oír: Dealer Pour Survivre - Expression Direkt, Comme Dance Un Film - MC Solaar, Le Bien, Le Mal - Jazzmatazz w Mc Solaar, Sube en mi nave espacial - 7 Notas 7 Colores